martes, 26 de mayo de 2009

Una ciudad aún bastante provinciana

martes, 26 de mayo de 2009


Adentrándonos ya en pleno siglo XIX, vemos como Valencia poco a poco y al compás del resto de España. Aún así en el segundo decenio del siglo XX la vida en esta ciudad conservaba todavía muchos aspectos tradicionales, que le daban un toque provinciano.
Pese a los progresos técnicos y a la insurgencia de las clases modestas, pues la sociedad continuaba aún muy jerarquizada. Las diferencias sociales se manifestaban claramente en la forma de vestir y también por el idioma: el castellano se convirtió en signo distintivo de las clases dirigentes y el valenciano propio de las populares.
por las mañanas, los labradores de la huerta llenaban las calles de la ciudad; llevaban sus vacas y las ordeñaban en las puertas de las casas de los clientes: la leche se vendía directamente al consumidor, sin ningún intermediario. Había bastantes mendigos, sobretodo en la puerta de los templos y en el Mercado. Todos los servicios públicos estaban atendidos con gran modestia. Apenas se había iniciado la renovación de las casas y de las calles de la ciudad, que en su conjunto resultaba vieja, modesta y bastante impersonal.
la burguesía valenciana había aceptado sólo en parte el modernismo arquitectónico, que acabó rechazando.
Casi todo el transporte era aún de tracción animal; los automóviles eran muy pocos y todos de lujo. La aristocracia y la burguesía iban a lucir su status al paseo de la Alameda, en berlinas con troncos de caballos y cocheros con chistera los más pudientes, y en galeras de un caballo y cochero con gorra de plato los menos ricos. El vehículo económico de alquiler eran las tartanas.
Funcionaban bastantes teatros, algunos de los cuales eran de nueva construcción, como el Eslava, en la calle Ruzafa, el de Olympia, el Lírico y el Martí, actualmente cine Lys. Además se celebraban sesiones de cinematógrafo en diversos cafés.

Historiadores señalan que la industrialización incompleta del País Valenciano determinaba la debilidad de su burguesía, entonces único destinatario de la cultura y único consumidor del arte.
La actitud provinciana siempre es pasiva y acepta con modestia que todas las innovaciones sean de los otros, respecto a los que los provincianos se reconocen como ciudadanos de segunda categoría. Esto se debía a que la ciudad había vivido con resignación en el período anterior el traslado de Sorolla, Benlliure y Blasco Ibáñez a Madrid; lo mismo estaba sucediendo en este momento en el que Altamira, Azorín, Niró o Chapí también emigraban a ciudades más ambiciosas.

Una curiosidad de la época es que el tenis y el fútbol fueron en sus inicios deportes aristocráticos que ya empezaban a contar con instalaciones propias. Sin embargo, el fútbol alcanzó rápidamente gran popularidad como deporte y como espectáculo para el gran público. En 1919 se fundó el Valencia Foot-Ball Club, que en 1923 se trasladó de su campo de Algirós al nuevo de Mestalla. El equipo rival era el Gimnàstic F.C., que en los mismos años también cambiaría de campo.

En el ensanche de Valencia abundan edificios con estilo afrancesado que responden al deseo de ostentación y confortabilidad de una burguesía seducida por el París de la Belle époque.
la Casa de Correos y Telégrafos, inaugurada en 1923, en la plaza de Castelar, (hoy del ayuntamiento) se puede clasificar dentro del eclecticismo ostentoso y afrancesado, con sus cúpulas de pizarra con grandes ojos de buey, y la profusión de estatuas, escudos y balaustres. Al principio disponía en el centro de una torre metálica para las comunicaciones inalámbricas.

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